09 noviembre 2012

Jean Fleury y el Tesoro de Cortés.


En 1521, Hernán Cortés toma la ciudad de Tenochtitlán tras la victoria en la batalla de Otumba. Tras someter e interrogar al último emperador azteca, Cuauhtémoc, mediante tortura se reúne el quinto del rey (tributo real en el botín de guerra) para la corona de Castilla: 44979 pesos de oro, 3689 pesos de oro bajo, 35 marcos, 5 onzas de plata (8139kg), rodelas, máscaras, collares, brazaletes, vasos, jade, perlas, huesos de "gigantes" (Se sospecha que restos arqueológicos de mamuts), tres jaguares vivos y varias aves.
Dicho tesoro se embarca en tres pequeñas carabelas bajo la responsabilidad de los capitanes Alonso Dávila y Antonio de Quiñones, que zarpan de San Juan de Ulúa rumbo a España haciendo escala en las islas Azores. El famoso tesoro de los aztecas parece maldito desde que lo embarcaron: Alderete, tesorero de Cortés, enferma y muere en la travesía y los jaguares se liberan y atacan a los marineros, teniendo que ser sacrificados. Para colmo, Antonio de Quiñones es asesinado al tomar tierra en la isla Terceira por un asunto de faldas. Es entonces cuando se estima oportuno mantener la vigilancia sobre las carabelas del tesoro debido a la guerra con Francia y la presencia alarmante de corsarios en la zona. La encargada de dicha tarea sería la flota de tres naves (nao de 200 toneladas, carabela y bergantín) al mando de Domingo Alonso de Amilibia.

El emperador Carlos V estaba ansioso por disponer del tesoro para financiar sus campañas, por ello, en vez de fortalecer y asegurar la flota refugiada en Azores, ordenó que ambas flotas pusieran rumbo a Sanlúcar de Barrameda cuanto antes. A diez leguas del Cabo San Vicente, se avista una flota corsaria compuesta por seis naves de entre 100 y 40 toneladas.
La nao y el bergantín escolta se enfrentan a los franceses, pero la carabela evita el combate y se da a la fuga, permitiendo a los franceses saltar sobre el tesoro como los lobos sobre las ovejas.
Domingo de Amilibia es herido atrozmente, perdiendo dos brazos y a su hijo, y hecho prisionero tras la encarnizada batalla junto a Alonso Dávila. Jean Fleaury, o "Florín" como lo conocerían las crónicas en el futuro, acaba de firmar su sentencia de muerte a la vez que su nombre en letras de oro en los anales de la piratería. Lo que costó mares de sangre y sudor para los conquistadores españoles y el pueblo Azteca pasó de un plumazo a las arcas de un corsario con suerte. El botín más grande capturado en el mar en época alguna supuso el pistoletazo de salida para una nueva era de saqueo y fortunas a costa del imperio más poderoso de la tierra.
Cuando Fleaury regresa a Francia obsequia con el tesoro a Francisco I , que justificó la acción del corsario denegando la validez del Tratado de Tordesillas. "Me gustaría ver qué parte del manuscrito de Adán me niega una parte del mundo" dijo.
España supo afrontó el problema con estoicismo: desde su prisión en La Rochelle, Alonso de Ávila hizo llegar a Carlos I la tercera carta de relación de la conquista de Cortés. El recién nombrado emperador expresó que lamentaba la pérdida del tesoro, pero que se alegraba de que el rey de Francia contemplara los frutos del poder español, que probablemente le disuadirían de entablar guerra directa con España. Fleaury regresó a la mar al año siguiente con una flota de ocho barcos junto a su colega Jean Terrian. Capturó treinta naves portuguesas y españolas, aunque ni siquiera todas juntas superaban el tesoro que tuvo en sus manos tiempo atrás. Sea como fuere, no vivió para disfrutarlas: fue acosado y derrotado por cuatro navíos vizcaínos y enviado a la Casa de Contratación de Sevilla, para ser juzgado después en Toledo por pirata y ahorcado en el año de 1527 junto a Michel Fere y Mezie de Irizar en el puerto del Pico en Colmenar de Arenas.

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