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16 abril 2014

Kia-King, el Emperador contra los piratas.


"Hombres desventurados y dañinos, hombres que pisan el pan, hombres que desatienden el clamor de los cobradores de impuestos y de los huérfanos, hombres en cuya ropa interior están figurados el fénix y el dragón, hombres que niegan la verdad de los libros impresos, hombres que dejan que sus lágrimas corran mirando el Norte, molestan la ventura de nuestros ríos y la antigua confianza de nuestros mares. En barcos averiados y deleznables afrontan noche y día la tempestad. Su objeto no es benévolo: no son ni fueron nunca los verdaderos amigos del navegante. Lejos de prestarle ayuda, lo acometen con ferocísimo impulso y lo convidan a la ruina, a la mutilación o a la muerte. Violan así las leyes naturales del Universo, de suerte que los ríos se desbordan, las riberas se anegan, los hijos se vuelven contra los padres y los principios de humedad y sequía son alterados..."

-Palabras del Emperador Kia-King, en un edicto imperial redactado en 1809 contra la flota de la señora Ching. Recogido en la "Historia Universal de la Infamia" de Borges.

29 julio 2013

Banderas piratas del Lejano Oriente.

Así como los piratas occidentales escapaban de los barcos de guerra como de la peste, algunos piratas del Lejano Oriente llegaban a ansiar estos enfrentamientos tanto como el saqueo de un buen mercante. Evidentemente no podemos comparar el modus operandi de unos con el de otros, pues la piratería Asiática siempre contó con un poderío mucho mayor que el de los Hermanos de la Costa (Hablamos de flotas de cientos de juncos que forman auténticos ejércitos de hombres capaces de hacer frente a cualquier fuerza militar).
Por ejemplo, uno de los botines más codiciados por los piratas Orientales era una bandera de la flota imperial china (Un triángulo amarillo con un dragón verde en el centro). Cualquier junco que enarbolase una bandera semejante obtendría con seguridad una rendición total por parte del enemigo. Si un barco ondeaba en el mástil semejante trofeo, lo más probable es que sus tripulantes fueran guerreros formidables.
La bandera que adjunto fue requisada por los británicos a piratas chinos en el año 1849. Éstos creían que les traería buena suerte y mar en calma.

09 diciembre 2011

"El Galeón de Manila"- Manuel Lozano Leyva



El Galeón de Manila, es una mezcla entre la novela de aventuras clásica y el best-seller policíaco narrados desde las aventuras y desventuras de un grupo de viajeros que hacen el trayecto desde Manila hasta Acapulco a bordo de uno de estos castillos flotantes cargado de sedas y productos exóticos de Oriente aparte de personas en el año del señor de 1755.
El viaje no va a ser un crucero tranquilo, pues desconocen que les vienen siguiendo por la popa una flotilla de juncos repletos de piratas cham y una goleta holandesa, ambas facciones han hecho causa común para apoderarse del galeón, y no pararán hasta conseguirlo...Pero no cuentan conque a bordo viajan un curtido soldado y un burgués ilustrado que aunando astucia y bravura se enfrentarán a la amenaza de los piratas a la vez que intentan resolver unos misteriosos asesinatos que están teniendo lugar a bordo de la nave...

El autor, Manuel Lozano Leyva, nos muestra una historia a tres bandas: Los españoles del Galeón, los piratas cham y los holandeses, y si bien los orientales son los depredadores que acosan al barco español, se nos muestran sus costumbres y las nuestras, dos mundos completamente distintos que se persiguen en la inmensidad del Atlántico. Una documentación extensa y rigurosa nos ilustra en la vida día a día a bordo del galeón (Sin caer en demasiados tecnicismos náuticos, me temo) y nos relata algunas de las costumbres exóticas y bárbaras del pueblo Cham. Todo esto mientras devoramos el libro, página tras página, esperando descubrir de una vez quién es el asesino y si el galeón llegará sano y salvo a Acapulco.

Una novela más que recomendada que se lee de un tirón y supone un fresco en la literatura española de piratas y de aventuras.

04 diciembre 2011

Los piratas Djoamis del Golfo Pérsico.

Se conoce de sus actividades a principios del siglo XIX. En 1809 tenían una flota de cincuenta buques, embarcaciones pequeñas llamadas "Trankies" en las cuales había un promedio de treinta piratas. Iniciaban sus ataques lanzando piedras a sus enemigos y al saltar al abordaje echaban agua en cubierta para purificarla antes de atacar, pues eran fervorosos creyentes. Hecho esto, decapitaban uno a uno a todos los tripulantes del barco enemigo gritando: "¡Allah Acbar!" ("¡Dios es Grande!"). No eran musulmanes, sino que abrazaron la fe de Abdul-Ul-Wahab, fundador de la secta de los wahabitas, que admitía como profetas a Abraham, Moisés y Jesucristo, pero situaba a Mahoma por encima de ellos.
En un principio se dedicaban a la pesca y a la recolección de perlas en las costas del mar de Omán, con bases importantes en la isla de Bahrein y un cuartel general llamado Rahs-El-Kyma.
La ciudad de Rahs-El-Kyma se situaba en una punta arenosa, avanzando hacia el nordeste. Era una posición estratégica excelente, presentaba un costado al mar y al sureste una ensenada cerrada a los vientos. En un principio contaba con una serie de fortificaciones destartaladas, pero en 1815 contaban con una defensa más sólida amparada por artillería y torretas defensivas. Las casas del poblado eran de tierra batida y las separaban callejuelas estrechas en las que vivían cerca de diez mil personas.
Al llegar a puerto los expedicionarios, se producía un reparto de botín en el cual el jefe y los oficiales se quedaban con más parte que el resto, que vivían de la pesca que realizaban las mujeres mientras sus maridos se iban a piratear.
Cabe destacar, que cuando una mujer casada con un pirata y sin hijos varones perdía a su marido, podía ocupar su lugar en las expediciones, igualando a éstos en cuestiones de dureza y sangre fría en batalla.
El aspecto de estos piratas Djoamis era por lo general bastante sucio a ojos de los europeos. Solían vestir camisas largas que no se quitaban nunca y en vez de pantalón o calzones llevaban una manta de piel de cabra. Los hombres solían llevar el pelo enmarañado y largo recogido en un a especie de turbante o "Keffea".
En 1815 sus acciones se desplazaron al Mar Rojo y ésto dió inicio a un intento de supresión por parte de los británicos que acabó con unas negociaciones con Ameer Ibrahim, líder de los piratas, que consiguió un acuerdo de paz que se rompería tres años más tarde.
En 1818, los Djoamis se volvieron tan osados que hicieron falta siete enfrentamientos decisivos contra ellos para impedir que avanzaran hasta el océano Índico. Por fin, en 1819, el coronel británico Sir W. Grant Keiz llegó hasta Ras-El-Kyma y mantuvo la ciudad bajo asedio durante seis duros días en los que murieron varios de sus oficiales, se bombardeó la ciudad con obuses y cañones y los Djoamis lucharon como auténticos diablos, asaltando durante la noche las trincheras de sus sitiadores.
Finalmente, los pocos Djoamis que aún vivían huyeron al desierto poniendo fin a la piratería en las costas del Golfo Pérsico.