19 noviembre 2011

El Mapa.

-Extraído de las "Memorias del Capitán Boone"-

Creo que fue a la altura de Cabo Tiburón cuando asaltamos aquel bricbarca lleno de monjes franciscanos.
Supe de su existencia en la taberna de Tortuga "Le Paradis du Rum", cuando le gané al poker de dados a Diego Navarro, mano derecha de Rackham el Rojo, el nombre y la derrota de un barco de pasaje lleno de ricos curas españoles.
Era eso o la localización de la Isla de Muerta, pero mi instinto pirata me dijo que era más seguro lo primero. Y así, fiándonos de esa rata de Diego, navegamos hasta Hispaniola y merodeamos por aquellas aguas hasta que divisamos el barco y lo abordamos sin que ofrecieran resistencia.
Pusimos a los frailes en fila y les fuimos vaciando la sotana y las bolsas para después meterlos en pelota en un esquife, con el resto de la tripulación. Hicimos un montón de anillos, doblones, crucifijos e imágenes forjadas con el oro de la Nueva España, bajo el palo mayor que aumentaba con cada cura que pasaba, así hasta que uno depositó bajo el mástil un curioso pergamino que tomé a título personal.
Sé que es un crimen entre Hermanos de la Costa robar algo antes de que empiece el reparto del botín, pero no creo que ninguno echara de menos unos cuantos papeles amarillentos, tampoco es que yo sea un ratón de biblioteca, pero en aquellos textos con el sello del Archivo de Indias me asombró descubrir lo que parecía un retrato del viejo Morgan y unos cuantos bocetos de una isla ligeramente familiar.
Una vez prendimos fuego al barco español y lo dejamos al garete frente a Cabo Tiburón, pusimos rumbo a Tortuga para gastarnos el botín, y tras hacer unas cuantas visitas a mis "Damiselas" preferidas, me dispuse a leer el documento a la luz de una vela, en mangas de camisa y con una botella de ron en la mano mientras mi querida pelirroja Scarlett dormía a pierna suelta en el catre, bien agarrada a sus monedas de oro.
Hice bien salvando aquel trozo de papel, rayos y truenos, en él se mostraba la ubicación del legendario Cayo de los Papagayos, donde dicen que Morgan escondió los diamantes del gobernador de Portobelo, que a la vez podía tratarse de la misma isla en la que Flint desembarcó con sus seis fieles y el tesoro o la Terra Incognita a la que se dirigía James la última vez que se dejó ver por Tortuga.

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