27 enero 2012

"¡Rumbo a Poniente!"- Charles Kingsley

"El francés lucha mejor si ayuna; 
el holandés si bebe; 
el inglés si ha llenado el estómago
 y el español cuando lleva el demonio dentro, es decir, siempre."
-Amyas Leigh-

No soy un tipo patriótico. De hecho la mayoría de mis héroes son piratas con nacionalidad inglesa como Henry Morgan, Barbanegra o Charles Vane o artistas americanos como Tom Waits o Terry Gilliam entre muchos otros. Pero tras leerme esta novela, a la que tenía muchísimas ganas, y que todo el mundo proclama como la gran novela de piratas del siglo XIX (Vaya, ahora parece ser que la Isla del Tesoro solo era un best-seller pasajero...) puedo decir claramente que nunca se me atragantó tanto un clásico.
Empezaré por el comienzo, como decía el Sombrerero Loco.
Rumbo a Poniente es la historia de un joven de Devon, Amyas Leigh, que vive una serie de aventuras relacionadas con la guerra de España contra Inglaterra bajo la tutela de corsarios isabelinos como Sir Francis Drake, Richard Grenville o Walter Raleigh (Guatarral para el amigo Alonso de Contreras). Todos ellos son nobles superhéroes protestantes que jamás albergan pensamientos de codicia o egoísmo y nunca flaquean contra los malvados, mezquinos y crueles idólatras españoles, que son un ejército de las tinieblas amparados por el catolicismo y dispuestos a destruir a todos los herejes como si fueran el Imperio de Star Wars. Por supuesto, no ganan ninguno de los combates en los que se enfrentan a Inglaterra, se ve que el autor no se le ocurrió leer cierta anécdota sobre el saqueo de la Isla de Margarita, entre otros, en el que cuando la lluvia inutilizó los arcabuces ingleses, estos se batieron en retirada perseguidos por la milicia española, no digamos la hazaña de Blas de Lezo en 1741...
Pero no todo es malo en Rumbo a Poniente, los pasajes están escritos con una prosa digna del Renacimiento (Gran trabajo por parte de la traductora, Susana Carral) que incluyen poemas y canciones de la época, como la que da nombre al título:

"¡Rumbo a Poniente, con el sol,
en busca del Caribe Español¡"

Las ilustraciones de N.C. Wyeth, incluidas aquí por la editorial Rey Lear son magníficas, y demuestran que el pintor era un digno aprendiz del legendario Howard Pyle. Sobre todo destacaría:
El retrato de John Oxenham, lugarteniente de Sir Francis Drake, bebiendo en compañía de sus esbirros y alistando jovenes de Devon en una taberna de la parroquia.
O esta de la batalla contra la Armada Invencible, en las aguas turbulentas del Canal de la Mancha.

Otro de los pecados de la novela es que es extremadamente larga y carece del sentido del ritmo que se espera de una novela de aventuras. Por poner un ejemplo, nos pasamos la mitad de la novela en Devon, en una sucesión de escenas de amor entre madre e hijos bañados de una propaganda pro-inglaterra brutal, y en el momento en que nuestros protagonistas se deciden a viajar de una puñetera vez Rumbo a Poniente, nos encontramos conque el viaje a través del atlántico no dura ni una línea, de la vida a bordo no se nos habla para nada y a los españoles se nos retrata como una horda de monstruos crueles y despiadados sacados seguramente de los escritos del paranoico Bartolomé de las Casas. Me indignó especialmente el momento en que, en plena pelea contra un galeón español, este parece irse a pique, pero el capitán (Coraza negra, mostacho y celada de plumas) se niega a arriar la bandera y rendirse optando por morir con la espada en la mano mientras su barco se hunde lentamente...En vez de hacer como haría el Corsario Negro y ofrecerles la mano, reconociendo al capitán como un valiente y un adversario digno, el señor protestante no sólo no le ofrece la mano sino que además uno de sus hombres salta por la borda para robar la bandera española y cortarle la cabeza al capitán con un hacha. Pero ojo, siguen siendo buenas personas y dios está de su parte.
En ese momento, amigos y amigas, estuve por hacer como hizo el maestro Pérez-Reverte con las novelas de Ramage en su día y arrojar Rumbo a Poniente al fondo del mar, pero la edición era demasiado buena y no están los tiempos como para ir por ahí tirando libros, así que, resignado, volví a donde me había quedado.

Algo que me gustaría remarcar a los lectores, y a los editores, si esque están leyendo esto, es que han hecho un trabajo formidable con la edición, pero creo que los personajes de este libro tienen de piratas lo que yo de arzobispo de Canterbury. Ningún pirata decente iría por ahí promulgando el culto a Dios todos los días y repartiría su botín entre los necesitados y para mayor honor de la reina ¿virgen? Isabel I. De hecho, ahora que me doy cuenta, el libro va dedicado al Rajá blanco de Sarawak, James Brook. Un viejo conocido para los lectores de las aventuras de Sandokán, el azote de la piratería y la independencia de los nativos en Malasia. No se lo podían haber dedicado a un pajarraco mejor, al fin y al cabo, "This is England".

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