27 agosto 2014

Cómo el Padre Labat se comió a su propio loro.

El padre Jean-Baptiste Labat (1663-1738) fue conocido por sus crónicas de viajes a las indias occidentales (difíciles de conseguir en castellano hoy día) y por su incansable curiosidad culinaria. De los tres loros que mantenía como mascotas, solo el que consiguió en Guadalupe se negaba a imitar el habla y lo único que hacía era graznar y chillar. Convencido de que el loro era demasiado viejo, y cansado de aguantar sus gritos, decidió sacrificarlo. Más tarde se daría cuenta de que en realidad el motivo de sus chillidos era que aún era muy joven. Más que lamentarse por el pobre pájaro, el padre decidió experimentar por el bien de su estómago y cocinarlo en adobo. Su carne era delicada y suculenta, muy grasa, y se podía cocinar en una brocheta sobre el grill o preparado en compota como los pichones.
No sería de extrañar que muchos piratas, en situación similar, hubiesen decidido meter el loro a la cazuela.

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