07 enero 2016

Walter Raleigh y la búsqueda de El Dorado.


En 1594, el famoso corsario inglés Sir Walter Raleigh ("Guatarral" para los españoles) preparó una gran expedición a la Guayana. Le atraían las leyendas de una tierra de leyenda que los nativos llamaban Manoa y los españoles El Dorado. Un reino fabuloso donde vivía un cacique que cada mañana se cubría de oro molido y se bañaba en una laguna, conocida como Guatavita, donde sus súbditos arrojaban esmeraldas a puñados como ofrenda. Esta leyenda había llegado a Inglaterra por medio de un prisionero español llamado Sarmiento de Gamboa. Él a su vez la conocía por el gobernador de Trinidad y Guayana, Antonio de Berrio, que había organizado varias expediciones en busca de la tierra del cacique dorado.
Raleigh, que aparte de corsario era un cortesano culto en la corte de Isabel I de Inglaterra, escribió un libro sobre El Dorado basado en la información de Gamboa y los relatos de los indios Chipiocas. Raleigh prometió "Unas Indias para Su Majestad, mejores que cualquiera que tenga el rey de España". Y así, en 1595, se hace a la mar con una flota de 5 barcos y 300 hombres.
La travesía, como la de cualquier corsario inglés, estuvo llena de saqueos. Haciendo escala en Fuerteventura, saqueó dos barcos llenos de armas de fuego y vino. Al llegar a Trinidad, incendió la capital y apresó al gobernador. Remontó después el río Orinico en busca de El Dorado, pero no encontró nada.

Cuando regresó a Inglaterra, publicó un relato titulado "El descubrimiento del vasto, rico y hermoso imperio de la Guayana, con una relación de la gran y dorada ciudad de Manoa a la que los españoles llaman El Dorado". En ella hablaba de una tierra habitada por hombres sin cabeza, que tenían la cara en el pecho y vivían rodeados de ídolos y riquezas en una montaña de oro. También hacía mención a una profecía en la cual se decía que el imperio Inca sería reemplazado por la corona de Inglaterra.
Muchos años después, y con el nuevo rey Jacobo I en el trono, Raleigh decidió retomar su absurdo sueño de El Dorado y obtuvo un permiso real para encontrar una mina de oro y varias sepulturas de reyes con sus tesoros, que según él estaban en algún lugar del Orinoco. Partió en 1617 con una flota de 14 naves y un destacamento de 2000 soldados.
La expedición se produjo en tiempos de paz entre España e Inglaterra, pero el lugarteniente de Raleigh, Lawrence Keymis, hizo caso omiso de las órdenes de su superior y atacó el fuerte de Santo Tomé asesinando al gobernador Palomeque. En el primer asalto, el hijo de Walter Raleigh fue abatido por un disparo de arcabuz, y su pérdida fue un peso tan grande para Keymis que acabó suicidándose después de rogar el perdón de Raleigh y no conseguirlo. A partir de aquí, las enfermedades tropicales, la deserción de la mayoría de sus hombres, el ataque de los españoles supervivientes y el escaso oro encontrado hicieron que la expedición fuera un completo desastre.

A su regreso a Inglaterra, Raleigh fue acusado de pirata por el embajador español en Londres, el Conde Godomar, que exigió su sentencia de muerte. Fue encerrado en la Torre y ejecutado frente al palacio de Westminster el 29 de Octubre de 1618. Dicen que se mantuvo imperturbable durante su ejecución, y que mantuvo su sangre fría hasta el final. Mostró gallardía y nervios de acero hasta el momento en que el hacha del verdugo le arrancó la cabeza del cuello.
Sir Walter ha pasado a nuestros días como un héroe romántico, un explorador incansable y un caballero. Se dice que fue él el primero en poner su capa sobre un charco de barro para que una dama pudiera caminar por encima, y fue uno de los principales introductores del tabaco y la patata en la Inglaterra isabelina. Junto a Hawkins y Drake, formará parte siempre del panteón de corsarios y marinos ilustres de la historia naval inglesa. Como él decía con su pico de oro cortesano: Quien controla el mar controla el comercio; quien controla el comercio del mundo controla las riquezas del mundo. Controla el mundo mismo.

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